EL PODER DE LAS PREGUNTAS

“Una vida sin examen no merece la pena ser vivida” sostuvo Sócrates ante el tribunal que le acusaba, hace casi 2500 años, de incitar a los jóvenes atenienses a ser críticos. Así lo recoge, al menos, su discípulo Platón en Apología de Sócrates. Este acto de cuestionarse sigue siendo hoy, tanto tiempo después, un paso ineludible en todo proceso de crecimiento interior y de búsqueda de plenitud. Las preguntas que nos interpelan son las que nos impulsan de una etapa a otra de la vida, de un estrato a otro de consciencia y coherencia.

Quién no se ha planteado alguna vez en qué merece la pena gastar la vida, en qué Dios cree o, como mujer creyente del siglo XXI dentro de una Iglesia patriarcal y desigual, si una mujer puede ser católica. Joan Chittister, benedictina feminista y prolífica escritora, nos invita a recoger ese conjunto personal de interrogantes que nos dan forma, por muy simples que puedan parecer. “Merece la pena”, dice, “la excursión dentro del alma para examinar las preguntas que han dado forma a nuestra vida y preguntar qué tenían ellas que nos intrigó en un principio, qué cambió conforme las trabajábamos, y cómo me convertí, a consecuencia de ellas, en la persona que soy hoy en día.”

La amena y luminosa Joan suele recurrir a un cuento para ilustrar algunas de las respuestas que ella misma se ha ido dando. El protagonista, un anciano muy respetado de pocas palabras, ante la reiterada pregunta sobre el origen de su sabiduría, respondía siempre paciente y humildemente: “Yo solo sé lo que hay en mi Corán”. Cuando el santo varón falleció, corrieron los curiosos a ver qué había en el libro. Para su sorpresa, solo encontraron unas flores prensadas, la carta de un amigo y los márgenes de cada página abarrotados de reflexiones y notas. Así de simple, una vida empapada de la belleza de una flor, de amistades profundas y de continua reflexión.

A Sócrates, “examinarse” le costó una sentencia a muerte, hoy afortunadamente gozamos de mayor libertad, pero también de un mayor ajetreo en el que nos cuesta abrir hueco para serenarnos, dudar e indagar en las preguntas que dan forma a nuestro pensamiento, a nuestra vida. La alternativa no es muy halagüeña: bailar al son que tocan otros o la ignorancia, que ya sabemos, está plagada de certezas.

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