
Mª Carmen de la Fuente. cristianismeijusticia.net
Dorothy Day. Perseguida por el amor
ISBN: 978-84-271-4745-4
La autobiografía novelada de Dorothy Day nos acerca a la figura de esta destacadísima mujer radical y comprometida con la sociedad de su tiempo, mostrando su trayectoria espiritual y las circunstancias que la llevaron a seguir a Jesucristo. A través de su reflexión sobre su propio pasado, descubrimos su personalidad rica y las opciones radicales que tomó, como vivir en absoluta pobreza y luchar por causas justas. Fundó el Catholic Worker y luchó por la paz, los derechos de negros y judíos, a pesar de las críticas de la jerarquía eclesial de su época. Una mujer auténtica y actual, que disfrutaba de los pequeños placeres de la vida y que merece ser conocida. Una historia llena de matices y controversias de unas mujeres más relevantes en el panorama espiritual cristiano del siglo XX. Una vida que merece la pena conocer.
Autor: Isabel Gómez-Acebo
Fecha: 2023
Dos afirmaciones surgen de la lectura del libro de Isabel Gómez-Acebo Dorothy Day. Perseguida por el amor, la biografía de Dorothy Day es fuente de inspiración para toda persona movida a transformar el mundo al estilo de Jesús; y el relato novelado que de ella hace Isabel Gómez-Acebo ayuda a captar el porqué, que tiene que ver con la profundidad, el ejercicio de la compasión y la fuerza de una vida entregada. Desde ese marco, subjetivo, apunto tres claves que pueden iluminar el trabajo de personas e instituciones que, desde la fe, trabajamos por la Justicia.
La historia personal de Dorothy Day, el conjunto de su existencia. Su vida está plagada de experiencias dolorosas y/o que calificaríamos como fracasos. Leemos en el libro sobre la relación con su padre y con sus parejas, en las que hubo sufrimiento, incomprensión y sometimiento, que la llevaron hasta un intento de suicidio; también sobre su aborto, la difícil crianza de su hija en solitario, o la imposibilidad de expresar la fe con algunas de las personas de su círculo más íntimo. También leemos sobre los problemas en los proyectos sociales que inició (Catholic Worker, casas de hospitalidad y granjas), que se sostenían con una enorme dificultad y fragilidad, sobre los que tomaron decisiones erróneas e hicieron inversiones fallidas y, en ocasiones, sin mucho criterio, y que recibían críticas constantes por su forma de funcionar. Si tuviéramos que decir algo de Dorothy Day en base a estos hechos, ¿qué diríamos?, ¿qué papel tendría una mujer como ella en nuestras organizaciones con ese currículum?, ¿qué lugar ocuparía en nuestros equipos?
Todas esas experiencias conformaron y marcaron la vida de Dorothy Day, su vida. Es evidente que, de haber podido, le hubiéramos ahorrado alguna de ellas para evitarle la desesperación y soledad que le provocaron. Pero también es cierto que su vida fue la que hoy leemos, con todas esas vivencias y que, además, se refieren a situaciones que compartieron muchas personas de su tiempo y su contexto, en concreto muchas de las mujeres de su tiempo y su contexto (aunque también podríamos decir muchas mujeres de todos los tiempos y todos los contextos). A Dorothy, a lo largo del relato, se le califica como mala madre, mala esposa, mala ama de casa, mala cocinera, excesivamente bohemia, mandona, desordenada, temperamental, y se muestra reiteradamente violentada por hombres, de los que en un momento llega a decir que “siempre necesitan un criada”.
Lo que nos ilumina hoy de Dorothy Day es la persona que se fraguó con todas sus vivencias. Una mujer de su tiempo, que se reconocía llamada por Dios y movida por su Espíritu para defender, de forma radical, la dignidad de todas las personas y ejercer, de forma también radical, la compasión. Tomando esa luz y mirando a las personas y organizaciones sociales de nuestro tiempo, aparecen varias preguntas. La primera pregunta es si hoy tendemos a deslumbramos con relatos de vidas y organizaciones “perfectas” y exitosas, a las que todo les sale bien y a la primera e, incluso, buscamos imitarlos u ocultar aquello que nos puede hacer parecer más vulnerables. La segunda pregunta, es sobre la capacidad que tenemos para aceptar el fracaso y para poner en valor la fidelidad y la perseverancia como compañeras de camino. La tercera pregunta es si es posible cultivar una mirada compasiva hacia las personas, para valorar, no tanto –o no sólo–, la perfección, sino también la capacidad para convertir las experiencias vitales en sensibilidad ante el sufrimiento ajeno y la posibilidad de todas las personas, más allá de sus circunstancias, para sumar a la transformación del mundo y de la sociedad (sin esa mirada, ¿cuántas Dorothy Day podemos dejar en el camino?).
Dorothy Day nos recuerda que la transformación social no convoca a personas perfectas o no espera a que lleguemos a lo que hoy se define como “nuestra mejor versión”, sino que requiere de personas reales, con sus luces y con sus sombras, para empezar, hoy, a cambiar el mundo.
La práctica de la hospitalidad y la cercanía física a las situaciones de pobreza e injusticia, con su incomodidad y sus riesgos
La hospitalidad no fue solo un proyecto social en la vida de Dorothy Day, fue un valor y una práctica fundamental. A pesar de esa gran soledad que la acompaña, vivir y relacionarse con otras personas, diversas y casi siempre en situaciones de pobreza, es una constante en su vida. Desde los juegos infantiles con hijos de migrantes, el trabajo en una residencia universitaria o en casas de familias a cambio de alojamiento, compartir casa con periodistas y alegrarse porque tiene una gran cocina a la que se podía invitar gente o vivir en diversas comunidades hasta el final de su vida.
La hospitalidad, al estilo evangélico, fue el valor que atravesó la vida de Dorothy Day. Compartir la vida, el techo y la mesa, permitió que se situara en un lugar concreto del mundo, entre las personas pobres. Algo que no le impidió ejercer de periodista y viajar por todo el mundo, pero que marcó su forma de hacerlo, tal y como ella afirmaba “escribiendo sobre cosas reales” y reconociendo que la pobreza no conlleva perder la dignidad. De este situarse de Dorothy Day surge una pregunta sobre el suelo que “pisamos” y “pisan” nuestras organizaciones: en qué lugar físico se sitúan y nos sitúan, de quién estamos cerca y de quién estamos lejos.
No podemos olvidar que la hospitalidad que vivió Dorothy Day la llevó a vivir en medio del ruido, de malos olores, de gritos y peleas, tocando y sintiendo también la incomodidad y los riesgos que tiene abrir la puerta a una “tropa sucia y maloliente que traía consigo toda clase de parásitos. Locos, borrachos, drogadictos… que desconcertaban a quién venía a ayudar”. Es decir, no estuvo exenta de dificultades, porque no hay una hospitalidad idílica. De esta incomodidad surgen también preguntas sobre los lugares que ocupamos, como organizaciones y personas, a qué huelen, qué voces se escuchan o qué grado de incomodidad y riesgos estamos dispuestas a aceptar.
La radicalidad en la fe y la justicia, asumiendo sus riesgos
Dorothy Day abrió sus sentidos a la presencia de Dios y eso la llevó a vivir un proceso de seguimiento de Jesús, a la vez que fue causa y consecuencia de abrir los ojos a la realidad del hambre, de la pobreza, de los obreros, del pacifismo, del racismo o del antisemitismo. La fe y la justicia en Dorothy Day se fueron radicalizando y haciendo una, suscitando en ella preguntas incómodas (¿dónde están los católicos?) y acercándola a personas y grupos que no quedaban impasibles y se movilizaban para transformar las situaciones de injusticia (sindicatos, movimientos socialistas y comunistas) pero que, en muchos casos, rechazaban a la Iglesia por entender que no apostaba por la Justicia social.
Fue una mujer que se expuso y asumió en su propio cuerpo, y con dolor, las consecuencias de esa radicalidad: juicios, encarcelamientos, críticas, tanto de políticos como también de una parte de la Iglesia, confrontación con sus vecinos, ser identificada como persona peligrosa, denunciada por tratante de esclavos, perseguida por no pagar impuestos e incluso víctima de un intento de asesinato. Todo ello por su deseo de conjugar el amora la Iglesia, de la que se sentía parte pero que consideraba no podía limitarse a ofrecer solo esperanza en “el otro mundo”, con la denuncia de las injusticias que eran contrarias al Reino de Dios.
Las organizaciones y personas que queremos transformar el mundo movidas por la fe podríamos mirarnos a la luz de esa radicalidad en el amor y en la justicia y preguntarnos: ¿Qué causas nos movilizan y hasta qué punto nos movilizan? ¿Cuándo y dónde alzamos la voz? ¿Cómo nos exponemos? ¿Dónde ponemos el cuerpo? ¿Qué críticas recibimos y cómo reaccionamos cuándo estas llegan? ¿Qué miedos tenemos?
Después de estas claves y de tantas preguntas, me gustaría acabar con una invitación para todas nosotras y que tiene que ver con el título del libro. Dorothy Day fue una mujer perseguida por el amor, que se dejó encontrar y abrazar por él, pero al que dio respuesta con su vida, dejándose movilizar en dos direcciones: hacia las personas empobrecidas para vivir con ellas y encontrar allí, más allá de la miseria, la vida y la alegría; y hacia adentro, para encontrarse con Dios, mediante tiempos y espacios para la oración y en la belleza de la lectura, la música y la naturaleza. Esta es la invitación que recibimos nosotras hoy, reconocernos perseguidas por ese mismo amor, pero también interpeladas a dar nuestras respuesta personal y a dejarnos mover hacia el prójimo y hacia Dios.
[Imagen extraída de Wikimedia Commons]