
El turismo, según el Diccionario de la lengua española, es “la actividad o hecho de viajar por placer”; en principio, nada que objetar. No se trata de una actividad nueva sino que, como la entendemos hoy, nació en el siglo XIX, en plena Revolución Industrial, de la mano de la burguesía y con la ayuda de la máquina de vapor, que favorecía los desplazamientos. Desde entonces hasta nuestros días, no ha dejado de crecer. Según cálculos de ONU Turismo, se prevé que en pocos años se alcancen los 1.800 millones de turistas anuales.
Actualmente, la masificación turística es de tal calibre que hemos pasado del turismo al sobreturismo (neologismo preferible a la voz inglesa overtourism) que alude al fenómeno de la masificación turística por el que algunos destinos vacacionales llegan a estar tan abarrotados que es imposible disfrutar de ellos y gestionarlos de manera sostenible. Nuestro país no está, ni mucho menos, exento de este fenómeno porque en muchas regiones ya se padece de sobreturismo.
Los beneficios económicos tienen varias caras. En España supone alrededor del 12% del PIB y no solo fortalece la economía a través de los ingresos directos y la generación de empleo (aunque, generalmente, en condiciones precarias, cuando no de franca explotación), sino que también impulsa el desarrollo de sectores como la hostelería, el comercio minorista y el transporte. Los problemas surgen cuando la masificación turística causa impactos ambientales negativos, como los generados por el desarrollo de las infraestructuras turísticas que se traducen en modificaciones y destrucción de la flora y fauna terrestre y acuática, así como cambios en el uso del suelo y la generación descontrolada de residuos.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, los tres problemas ambientales principales que surgen como consecuencia de la masificación turística son: el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación y la degradación física.
¿Es posible reconducir el sobreturismo? ¿Es posible poner al ser humano y al medioambiente en el centro de cuanto afecta al turismo, es decir, que los espacios naturales estén protegidos (dunas, arenales, acuíferos, bosques); que se mantengan los procesos ecológicos esenciales sin los cuales la humanidad perece; que el ladrillo no se convierta en el amo del turismo?
¿Es posible el turismo sostenible? Desde ONU Turismo nos dan algunas claves para lograrlo, tales como la conservación del patrimonio natural y la biodiversidad; el respeto del patrimonio cultural de las sociedades de acogida, contribuyendo así al entendimiento intercultural y a la tolerancia; generar beneficios socioeconómicos equitativos que contribuyan a la reducción de la pobreza, crear oportunidades estables de empleo y generación de ingresos y servicios sociales para las comunidades de acogida.
Durante su visita a Venecia el pasado mes de abril, el papa Francisco advirtió del impacto que supone el turismo de masas en esa ciudad y criticó su gestión que está suponiendo la despoblación de Venecia. Francisco abogó por un turismo que favorezca el encuentro entre las personas y las culturas diferentes e impulse el conocimiento y respeto mutuos, sin olvidar el cuidado del medioambiente. En pocas palabras, Francisco aboga por el turismo sostenible y, en la medida de nuestras posibilidades, debemos contribuir a lograrlo.