Me sorprende esta mañana este cartel en la puerta del Centro Dramático Nacional. Me resulta inspirador en este octubre que amanece con la noticia de la invasión del Líbano por parte del ejército de Netanyahu, mientras el genocidio de Palestina parece no tener fin. La polarización política y social tampoco afloja en nuestra convivencia y, mucho menos, en el Congreso de los Diputados. La irritabilidad se ha hecho una compañera incómoda en el cada día de nuestros barrios como expresión de la sociedad del cansancio en la que estamos inmersas. ¿Cómo pasar de la desconfianza y la descalificación al reconocimiento, el respeto mutuo y el encuentro?
Propongo algunas rutas posibles en la cartografía que hagan posible la cultura del encuentro:
–Proximidad y reconocimiento. El cuerpo a cuerpo, que nos saca de la abstracción de las ideas y nos permite reconocer lo que tenemos en común como seres humanos liberándonos de estereotipos o prejuicios. O dicho en el lenguaje de Fratelli Tutti: “Acercarse, expresarse, escuchar, mirar conocerse, tratar de comprender, buscar puntos de contacto, reconocer la diversidad y respetarla, porque el todo es superior a las partes y las diferencias puedan convivir enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque ello implique discusiones que hemos de aprender a gestionar”. (FT 198-224)
–Escucha y mirada desarmada a los otros y las otras. Sin proyectar prejuicios ni pre-concepciones que buscan enfrentarnos y sitúan a unos/as por encima o por debajo de otros/as. Cuidar lenguajes y gestos que incluyan y ayuden a desmontar estereotipos, generalizaciones, fake news,…y sean respetuosos con la diversidad y el reconocimiento de la dignidad de todas las personas, con independencia de su género, orientación sexual, color de piel, status económico, etc. Mirar a los demás y a sí mismo de forma capacitante, poniendo el foco en las posibilidades y no sólo en las carencias. Una mirada generadora de vínculos que interrelacione y disponga a la confianza y a generar “un nosotros cada vez más amplio”, porque lo que lleva siempre al naufragio es el aislamiento y lo que siempre nos libera es la relación
–Empatía y amabilidad. Ejercitar la capacidad de intentar ponernos en la piel del otro, y hacerlo revisando prepotencias o subalternidades que podemos tener introyectadas. Junto a ello, ensayar lenguajes que alienten y conforten, que estimulen, “en lugar de palabras que humillan, irritan, desprecian (…) porque la empatía y la amabilidad permiten la búsqueda de consensos y abren caminos donde la exasperación destruye todos los puentes”. (F T 198-224)
–Cuestionar la autosuficiencia y acoger la propia vulnerabilidad ofreciéndonos amparo mutuo. Lo que nos hace más humanos no es la prepotencia, la intolerancia, el dogmatismo excluyente, sino la capacidad de saber convivir haciendo hueco a la diversidad que nos constituye como humanidad, aprendiendo a cuidarnos colectiva e inclusivamente, afrontando juntos los riesgos que nos amenazan como especie y como casa común. Frente a la cultura de la indiferencia, la resignación, la impotencia, el no hay nada que hacer, cultivar el sostén mutuo, la organización colectiva y la creatividad. Multiplicar dones, capacidades, potencialidades desde la vulnerabilidad compartida, porque la vulnerabilidad, si se colectiviza, puede hacerse potencia
–Compartir relatos de resistencias y búsquedas que nos estimulen, porque no siempre gana Goliat y necesitamos narrárnoslo y celebrarlo. La risa, la fiesta, la celebración, el humor son también importantes como formas de resistencia que estimulan y fortalecen la cultura del encuentro
–La apuesta constante y terca por el diálogo y la tolerancia desde la sabiduría de la noviolencia activa y la desobediencia civil: No en nuestro nombre. Un diálogo persistente y corajudo, en expresión del papa Francisco. Un diálogo que trata de ir más allá del diálogo dialéctico, para llegar a una auténtica comprensión del otro, que permita una verdadera comunicación mutua, del que emerja un lenguaje común que atraviese los límites del lenguaje propio. Un diálogo flexible y abierto a un mutuo enriquecimiento; que nos lleve a estar dispuestos a ceder algo por el bien común.
¡Buena aventura y a seguir haciendo mapas y hojas de ruta!¡Nos jugamos mucho!
