La esperanza como acto de rebeldía

Charo Marmol. alandar.org

Esta columna va con un poco de retraso este mes. Confieso que he comenzado muchas veces a escribirla, tantas como las veces que la he borrado porque distintos nubarrones sociales, nacionales e internacionales la ensombrecían.

Una buena amiga me ha hecho llegar un artículo de Marga Ferré en Público que me anima y me da la pista para recomponer las cosas y ponerlas en su sitio. “Nuestro tiempo se describe como un catálogo de espantos con los que tenemos que vivir, una realidad tan mala que es inasible, que nos paraliza. ¿Y si lo que busca ese relato devastador es, precisamente, esa parálisis?” se pregunta Marga, me pregunto yo y les pregunto a quien pueda leer estas líneas. “¿Hay esperanza en este mundo?” sigue Marga, y, en palabras de Angela Davis, habla de la esperanza como pura rebeldía.

Y con estas ideas cobrando cada vez más fuerza y reforzando las que ya tenía, he retomado el reciente libro de mi buena amiga, y bien conocida por las y los lectores de Alandar, Araceli Caballero Maneras de vivir. Mucha gente pequeña haciendo cosas pequeñas, está cambiando el mundo. Creo que el título ya nos dice lo que vamos a encontrar en su interior. Hace unos meses, Teresa de Febrer escribía en este mismo espacio sobre el libro y por ello sólo voy a dar unas pequeñas pinceladas.

Comienza el primer capítulo bajo el título ¿Quién dijo que todo está perdido? y me retrotrae a la preciosa canción de Mercedes Sosa que tantas y tantas veces he escuchado: “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Araceli afirma que miles, millones de personas están ofreciendo ya su corazón, están haciendo cosas, pequeñas cosas, millones de gentes. Quizás no cambien el mundo porque los datos son aterradores, pero un pequeño empujón a ese otro mundo posible sí que lo dan.

El problema viene porque los grandes medios, las grandes corporaciones no nos hablan de esto ¿Y si lo que busca ese relato devastador es, precisamente, esa parálisis? Por eso me he fijado en el capítulo que Araceli dedica a Informarse-Participar. Comienza afirmando que “no se puede tomar parte en la vida pública sin información pertinente y de calidad. La percepción de la realidad viene determinada por los datos que de ella tenemos”. Al igual que en otros capítulos, da datos de la realidad de los medios de comunicación, de quiénes son los dueños y cómo mueven los hilos de nuestras vidas. Ante esto podemos sentirnos perdidos, paralizados: “es lo que hay”; pero no es cierto, hay muchas más cosas y están en funcionamiento. En otros capítulos, pasa a nombrar proyectos, medios independientes de los poderes económicos y políticos, que ya existen, funcionan y, además de hablarnos de guerras, desgracias y calamidades, nos informan de posibles salidas a este sistema neoliberal que trata a las personas como mercancías.

Los medios son en gran parte los que conforman nuestra visión del mundo. El reto es dónde me sitúo yo, qué leo, qué veo y qué apoyo. Araceli propone una serie de medios. Yo añado este desde el que escribo y que ya lleva cuarenta años apostando por una iglesia y un mundo más justos, solidarios e inclusivos.

Y termino con unas palabras de Marga Ferré: “la esperanza no es optimismo. Es creer que siempre hay un potencial para la transformación y para el cambio y que este convencimiento no excluye sentir tristeza o frustración o ira o cualquier otra emoción que tenga todo el sentido”.

Hoy mi esperanza es caminar con quienes apuestan por ese otro mundo posible que ya es realidad en muchos ámbitos y lugares (lean, lean el libro de Aracel

Deja un comentario