Nuestro suelo firme

por Redacción de alandar

Nos adentramos en el nuevo año con una sensación agridulce, desde un país y una sociedad acomodada en el que los niveles de vida y seguridad son de los más altos del mundo, pero donde también se reflejan las asimetrías, desigualdades y calamidades que en otras partes son, demasiado a menudo, sencillamente insoportables.

Tal vez los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales, al estar enfocando permanentemente todos los lugares del planeta, siempre viralicen los más negros presagios y las malas noticias, mientras las buenas tengan más dificultades para hacerse oír y compartir.

Sin duda no ha sido, en general, un buen año el que acabamos de dejar. El actual viene cargado con no menos riesgos e incertidumbres: nuevos peligros a afrontar y los viejos bien “asentados”. Todo ello nos impulsa a una cierta desesperanza. Sin embargo, como dice el filósofo Byung-Chul Han, “La esperanza nos abre tiempos futuros y espacios inéditos, en los que entramos soñando. Es toda una manera de existir, que no resulta de hechos dados, sino que posibilita nuevos acontecimientos precisamente cuando más imposibles parecerían”.

Nos lamentamos ante sucesos como la DANA y otros desastres medioambientales, el hambre, la violencia contra las mujeres, las guerras: Gaza, Sudán, el Sahel, Congo, Ucrania… y ante un sinfín de otros eventos onerosos, pero frente a ellos el periodista español Kike Llaneras resalta cosas tan indudablemente positivas como que la generación Z vive mejor que sus padres (el 75% de la gente entre 12 y 27 años viven en economías emergentes), que la farmacología no deja de proporcionarnos nuevas y efectivas medicinas o que la pobreza extrema está en mínimo histórico (aunque todavía la padece el 8,6% de las personas).

La esperanza no es solo un sentimiento sino un hábito a adquirir para pensar y actuar de una forma determinada, que brinde significado y orientación a nuestras acciones.

Para los cristianos, es la forma que toman nuestra fe y nuestro amor, el suelo firme donde asentar nuestro seguimiento al Maestro.

Desde Alandar, con el nuevo año seguiremos esperando, esperanzando,… “alandando”.

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