Ana Giménez Antón. alandar.org
En las mañanas del 2 y del 9 de marzo, en 32 ciudades del Estado y a las puertas de las principales catedrales de España, nos hemos concentrado mujeres creyentes de distintas procedencias y colectivos en torno a un grito: Creyentes y Feministas, ¡Por una Iglesia en Igualdad!
En los cinco años del movimiento, la Revuelta de Mujeres en la Iglesia-Alcem la Veu, no hemos parado de reivindicar una Iglesia en la que la igualdad y la dignidad de todas las personas sea la costumbre y se acabe con todo tipo de discriminación. Nos inspira y nos convoca Jesús de Nazaret, su Evangelio y las prácticas trasgresoras que él mismo tuvo en sus encuentros con las mujeres. Sentimos que, por coherencia evangélica, sus seguidoras y seguidores no podemos actuar de otro modo que caminando en justicia y logrando la plena igualdad.
Comenzamos las concentraciones con una cálida bienvenida, uniéndonos en el recuerdo y oración al resto de hermanas y compañeras que se encontraban en otros lugares de España ante las puertas de sus catedrales y plazas: Alicante, Almería, Antequera, Badajoz, Barcelona, Bilbao, Burgos, Cabra, Cádiz, Ciutadella, Córdoba, Donosti, Elche, Granada, Huelva, Huesca, Jaén, Las Palmas, Logroño, Madrid, Málaga, Murcia, Oviedo, Iruña, Salamanca, Santander, Santiago de Compostela, Sevilla, Tenerife, Valencia, Vigo, Vitoria-Gasteiz, Zaragoza… y allí donde la Revuelta de Mujeres se levanta para alzar la voz contra el patriarcado y a favor de una Iglesia comunidad de iguales.
Comenzamos las concentraciones con una cálida bienvenida, uniéndonos en el recuerdo y oración al resto de hermanas y compañeras que se encontraban en otros lugares, allí donde la Revuelta de Mujeres se levanta para alzar la voz contra el patriarcado y a favor de una Iglesia comunidad de iguales.
Después de la presentación y distintos cantos y danzas que expresaban la unidad y lo necesario que es el feminismo en nuestra sociedad y en nuestro mundo, comenzaba el momento que fundamenta nuestra lucha: el Reino de Dios como un banquete al que estamos todas invitadas. A través de distintas performances adaptadas a la realidad de la Revuelta de cada territorio se hicieron presentes distintos signos.
Un primer signo es la mesa compartida a la que las mujeres y en especial las más vulneradas también somos invitadas: poner la mesa, cuyo pilar central y fundamental es la Trinidad que con su ternura nos cuida siempre. Cuatro patas la sustentan: la dignidad, la justicia, la igualdad y la alegría que están en la base de nuestro sueño de Iglesia. Y el tablero, que es el mundo, un mundo lleno de rostros de mujeres diversas. Todas somos llamadas a participar de esta comida, porque Jesús nos invita, porque la suya es una comensalidad abierta, en la que las últimas son las preferidas.
Jesús hizo de la mesa compartida un acto político y profético: ¿con quién comemos, cómo, dónde y cuándo lo hacemos, a quién invitamos, qué orden tienen las y los comensales..?
Él nos dijo y nos dice hoy y siempre: “Venid, ya he preparado mi banquete; venid a la fiesta” “Id a las salidas de los caminos e invitad a la fiesta de la humanidad, a cuantas encontréis”. Y así, invitadas por Él, se iban sentando en torno a esta mesa festiva mujeres llegadas desde diferentes realidades y situaciones: las mujeres de Gaza, las mujeres con amores divergentes, las mujeres víctimas de la trata, las empobrecidas, las trabajadoras del hogar y cuidados, las Kellys, las mujeres con cuerpos no normativos, las mujeres con discapacidad funcional, las racializadas, las divorciadas, las jóvenes que no pueden acceder a una vivienda digna, las que rompen techos y se despegan del suelo del estereotipo de género, las invisibilizadas, las que no tienen ni fuerza para sentarse en esta mesa compartida… Una mesa que es el símbolo de Jesús hasta el final, mesa en la que se parte y se reparte la comida, con el deseo de que a todos los rincones de la humanidad llegue el Pan que sacie el hambre y la sed de Justicia.
Otro de los signos centrales ha sido el Agua: símbolo de la dignidad, la igualdad y la responsabilidad que se nos regala en el Bautismo. En algunas ciudades se ha bailado con telas de color azul, en otras se ha desplegado una cortina a modo de agua, en otras se ha rociado a los presentes con ramas de olivo… En todas, se nos ha recordado nuestra condición de bautizadas y bautizados por el Agua y el Espíritu, que nos hace a todas y todos iguales.
Otro de los signos centrales ha sido el Agua: símbolo de la dignidad, la igualdad y la responsabilidad que se nos regala en el Bautismo
Con la emoción a flor de piel por lo profundo y esperanzador de estos dos signos tan potentes, pasamos a leer el Manifiesto de la Revuelta. En él destacamos que somos mujeres creyentes y feministas y que estamos hartas de sufrir la discriminación y la invisibilización dentro de la Iglesia. Trabajamos y seguiremos trabajando, con valentía y esfuerzo, para recuperar una Iglesia donde las mujeres seamos reconocidas como sujetos de pleno derecho, con voz y voto en los diferentes ámbitos y valoradas por nuestros talentos y carismas. Trabajamos en la Iglesia y seguiremos trabajando hasta que se reconozca y valore la riqueza y aportaciones de la Teología feminista, hasta que se elimine el lenguaje patriarcal y sexista en las homilías, textos litúrgicos y documentos; hasta que la moral sexual de la Iglesia se preñe de ternura y misericordia y deje de culpabilizar a las mujeres; hasta que se consiga la igualdad en el acceso a todos los ministerios para atender a las comunidades; hasta que la Iglesia reconozca la diversidad de familias, identidades y orientación sexual y denuncie el sistema económico neoliberal que genera desigualdad, opresión, sufrimiento y explotación.
No estamos solas; remamos con tantas otras compañeras, visibilizando la Iglesia con la que soñamos. En este Jubileo de la Esperanza, seguimos en Revuelta, comprometidas con una Iglesia sinodal (no es posible una sinodalidad sin igualdad) para que la comunidad eclesial vuelva a ser, como en sus orígenes, una comunidad de iguales…
Y LA IGUALDAD SE HAGA COSTUMBRE EN LA IGLESIA.
