Una buena amiga me ha contado, en repetidas ocasiones, que una vez fue a dar una conferencia a un pueblo de la costa y, acabada esta, la invitaron a una cena en la que, además del alcalde, estaban algunas de las fuerzas vivas del pueblo. Uno de ellos preguntaba insistentemente: alcalde, ¿qué hay de lo mío? Lo suyo en cuestión era la licencia para construir unos edificios junto a un mar de dunas y enfrente de la playa.
El día 21 de abril murió el papa, pero eso ya lo saben quiénes lean estas líneas. Un papa que se ha señalado por su sencillez, que dejó escrito cómo quería que fuese su entierro y funeral, que no quería lujos ni boato… Pero una vez más su iglesia hizo oídos sordos a sus deseos.
Desde el momento de su muerte, los medios de comunicación se llenaron de imágenes del Vaticano, recabando opiniones de quienes estaban por allí. Las tertulias hicieron del papa y la religión su tema monográfico, y una vez más las tertulianas y tertulianos se convirtieron en expertos, en este caso del fenómeno religioso y teologal (or cierto, no sé si alguna vez lo he dicho aquí, pero si existe la reencarnación, yo me pido ser tertuliana. Son los que más saben de todo y en cualquier momento).
Durante estos últimos días se ha repetido hasta la saciedad las veces que el papa ha hablado de la dignidad de la mujer, de la necesidad de su presencia en todos los estamentos, también en la iglesia, donde con él las mujeres hemos llegado a algunos puestos hasta ahora ocupados por los varones. Se ha abierto alguna ventana, pero las puertas siguen cerradas.
“Las mujeres tienen una capacidad de gestión y de pensamiento totalmente igual a la nuestra, y también yo diría superior a la nuestra, de otra manera”.
“Toda violencia infligida a la mujer es una profanación de dios nacido de una mujer. La salvación para la humanidad vino del cuerpo de una mujer”
Las citas en defensa de la igualdad y la dignidad de la mujer por parte de Francisco son muchas y variadas y no es este el espacio para recogerlas.
Lo que sí quiero recoger es la falsedad y la hipocresía de tantos y tantas que dicen admirar y valorar la figura de Francisco y luego hacen todo lo contrario del legado que él nos ha dejado. Basta con ver quienes ocupaban los primeros puestos en el funeral. Dolía, y mucho, ver a Donald Trump, y Javier Milei, quienes defienden políticas antievangélicas e inhumanas que el papa condenó en más de una ocasión.
También quiero recoger el dolor de las imágenes que han precedido a la muerte del papa. Unas imágenes estéticamente llenas de belleza, pero ética y moralmente llenas de dolor para quienes esperamos un cambio en nuestra iglesia.
Si tuviera ganas de broma, cogería cualquier foto del funeral, con todos los cardenales, obispos, presbíteros y, copiando el juego de “Dónde está Wally”, preguntaría ¿dónde hay una mujer? ¿Dónde están las mujeres? Las mujeres estarían dentro, sacando lustre al altar, limpiando las habitaciones, preparando la comida… Y eso es violencia. “Toda violencia infligida a la mujer es una profanación de dios nacido de una mujer”, dice el papa, pero ¿quién lo escucha?
Cuando escribo estás líneas aún no ha empezado el Cónclave, no tenemos nuevo papa. Todo son interrogantes, preguntas, incertidumbres, también esperanza… Y yo le preguntaré al papa nuevo: ¿Qué hay de lo mío?, ¿qué hay de lo nuestro? De la igualdad, de dejar de ser una iglesia clerical, piramidal y patriarcal.
Por cierto, el constructor que preguntaba al alcalde qué hay de lo mío, consiguió el permiso y construyó sus pisos al lado de las dunas y enfrente del mar.
Mantengamos la esperanza y no nos dejemos llevar por el desaliento. Lo conseguiremos porque somos muchas, también algún mucho, luchando #HastaQueLaIgualdadSeHagaCostumbre
