Reflexión para Cristianismo y Justicia

Mays Nassar. cristianismeijusticia.net

Mi nombre es Mays Nassar. Soy una mujer cristiana palestina de la ciudad de Belén, en Palestina. Os escribo como testigo desde una tierra valorada por su santidad, pero cargada de un inmenso dolor, sufrimiento, aislamiento e incertidumbre. También escribo como una voz entre las muchas de Kairós Palestina , el movimiento ecuménico cristiano palestino que sigue proclamando la verdad y la esperanza desde el corazón del sufrimiento palestino.

En nombre de Kairós Palestina , hago llegar mi agradecimiento a Cristianismo y Justicia por ofrecerme el espacio para compartir una reflexión cristiana palestina desde Cisjordania. En estos tiempos difíciles, cuando nuestra realidad es tan a menudo ignorada o distorsionada, esta oportunidad de hablar desde una perspectiva situada no es sólo un gesto de solidaridad, sino también una afirmación poderosa de que el clamor de los oprimidos forma parte del propio corazón de la conciencia y la reflexión cristiana .

A medida que nos acercamos a los dos años de genocidio a nuestra amada Gaza, y mientras la guerra de limpieza étnica se intensifica en toda la Cisjordania ocupada, se hace cada vez más importante describir cómo es la vida cotidiana aquí en Belén, no sólo para mí, sino para cada palestino que vive allí. El movimiento aquí no sólo es difícil; está sistemáticamente vigilado, estrechamente controlado y siempre imprevisible. La gobernación de Belén está ahora rodeada por 65 puntos de control militares israelíes y puertas de hierro, que nos aíslan y separan del resto de nuestra tierra y de nuestra comunidad. A menudo me considero «afortunada» por el hecho de que mi trabajo y mi vida diaria se desarrollen dentro de la propia ciudad. Pero esa es una suerte amarga, porque salir de Belén significa horas de incertidumbre: ¿estará abierto el punto de control? ¿Los soldados me acosarán, retrasarán o, incluso, me agrederán? No se trata de preguntas abstractas: moldean el ritmo de nuestros días y nos causan una ansiedad constante que ninguna persona debería soportar.

Hablar hoy de la situación en cualquier ciudad de Cisjordania es reconocer que cada ciudad y comunidad afronta sus propios retos bajo la ocupación y el apartheid. En Belén, el derrumbe del turismo, motor de su economía, ha dejado a innumerables familias sin ingresos ni seguridad. En el norte de Cisjordania, ciudades como Yenín y Nablus sufren operaciones militares israelíes implacables, con campos de refugiados sometidos a redadas, asedios, destrucción y evacuaciones. Hasta la fecha, y según el informe de situación de la UNRWA , aproximadamente 32.000 refugiados palestinos de los campos de Tulkarm, Nur Shams y Yenín, en el norte de Cisjordania, continúan desplazados de sus hogares. Asimismo, la incautación y el expolio de tierras palestinas continúan; comunidades enteras —como Masafer Yatta, en las montañas del sur de Hebrón— se enfrentan a la amenaza de la expulsión forzada y la violencia de los colonos. Además, la expansión de los asentamientos ilegales israelíes y la aprobación constante de nuevos agravan esta realidad, fragmentando nuestra tierra en zonas desconectadas y haciendo cada vez más difícil la posibilidad de una vida normal para cualquier palestino.

En cuanto a la situación de los cristianos palestinos –y como cristiana palestina– puedo deciros que bajo la ocupación israelí no existe distinción entre palestinos cristianos y musulmanes. Todos compartimos el mismo sufrimiento cotidiano. Las leyes, políticas y prácticas del régimen de apartheid israelí buscan desplazarnos a todos como nación palestina, fracturar a nuestras comunidades y alterar el equilibrio demográfico a favor de los judíos-israelíes. Es un sistema diseñado para borrarnos, pieza por pieza, y como palestinos lo afrontamos juntos. La resiliente comunidad cristiana de Gaza da testimonio de esta realidad: en los últimos dos años de genocidio, las iglesias y lugares de refugio de Gaza han sido atacados tres veces, perdiendo a miembros de su ya pequeña comunidad cristiana; algunos han sido asesinados y otros obligados a tomar la dolorosa decisión de abandonar a Gaza para poder sobrevivir.

La dolorosa decisión de irse no se limita a Gaza. En Cisjordania, también muchas familias —incluidas familias cristianas en Belén— se sienten obligadas a emigrar. La ciudad que lleva el nombre del nacimiento de Cristo no es una excepción en el desplazamiento forzado. Incontables jóvenes no ven ninguna posibilidad de construir una vida digna en su tierra natal, y se marchan en busca de estabilidad en otro lugar. A menudo tengo días en que la oscuridad y la incertidumbre de la situación en Palestina pesan fuertemente sobre mí como joven palestina que intenta vivir una vida normal y construir una carrera. Además, mi mente lucha por comprender cómo un genocidio, que pasa a sólo 100 kilómetros de donde vivo, sigue con tanta brutalidad, como si nuestra existencia y nuestras muertes no significaran nada.

Durante dos años, el mundo ha debatido si lo que ocurre en Gaza es un genocidio. Mientras, varios cristianos e iglesias han permanecido en silencio, o han emitido declaraciones que ignoran la vida y el sufrimiento de los palestinos, incluidos los cristianos palestinos. Una cosa es vivir bajo una ocupación ilegal, abrumado por el miedo, la frustración y la ansiedad, pero otra herida aún más profunda es saber que gran parte del mundo, y muchos de nuestros hermanos cristianos, permiten que esto suceda. Sin embargo, somos conscientes y estamos profundamente agradecidos por el coraje de individuos —incluidos cristianos—, movimientos de base y gobiernos —como el de España, que sigue apoyándonos en nuestra lucha y está tomando medidas concretas para detener el genocidio en Gaza.

El documento fundacional de Kairós Palestina fue escrito hace 16 años, en un momento en que muchos creían que «habíamos llegado a un callejón sin salida en la tragedia del pueblo palestino». El documento Un momento de verdad declaraba entonces: «Nuestra palabra es que nosotros, como cristianos, llevamos un mensaje, y continuaremos llevándolo a pesar de las espinas, la sangre y las dificultades cotidianas. Ponemos nuestra esperanza en Dios, que nos concederá alivio en el momento adecuado…» (5.1). El documento también decía: «Declaramos que la ocupación militar de la tierra palestina constituye un pecado contra Dios y contra la humanidad… Declaramos que cualquier teología, aparentemente basada en la Biblia o en la fe o en la historia que legitime la ocupación, está lejos de las enseñanzas cristianas, porque hace un llamamiento a la violencia ya la guerra santa.

Dieciséis años después, cuando nuestra propia existencia como palestinos y como cristianos está amenazada como nunca, seguimos -con gran dolor pero también con firmeza- resistiendo mediante la lógica del amor . Desde esa convicción, Kairós Palestina ha decidido emitir un nuevo testimonio, urgente, en el mundo. El documento se titula Momento de verdad: Fe en tiempo de genocidio y será presentado durante nuestra conferencia anual de cumpleaños el 14 de noviembre de 2025 en Belén, Palestina.

Al acercarnos a Navidad —el nacimiento de nuestro Salvador, fuente de esperanza— se nos recuerda que la fe descansa en la justicia de Dios, que la luz vence a la oscuridad y que la vida conquista la muerte. Desde el corazón de nuestro sufrimiento, levantamos una vez más este clamor y le instamos a leer, reflexionar y actuar sobre el mensaje de este documento crucial de fe. Rogamos para que el documento despierte a las iglesias y comunidades de todo el mundo a resistir la indiferencia, denunciar el pecado de la ocupación y el genocidio, y situarse donde Cristo se sitúa: entre los oprimidos, los heridos y los crucificados de la historia.

[Imagen de hosny salah en Pixabay ]

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