Objetivo: silenciar el periodismo

Charo Marmol. alandar.org

Vivir y compartir la vida con la primera reportera de guerra de TVE española me ha hecho muy sensible a las noticias relacionadas con el periodismo en general y con el de guerra en particular

Carmen Sarmiento vivió en primera persona una emboscada en Nicaragua en la que murieron compañeros que iban en los primeros camiones del convoy; estuvo secuestrada en Colombia y vivió un fuego cruzado en la guerra de El Salvador… Esto se lo hemos oído contar infinidad de veces en entrevistas, conferencias y artículos, quizás es menos conocido que, por su compromiso con la verdad y la justicia, pagó el precio de estar siete años en TVE “haciendo pasillos”, que es como se conoce el castigo de dejarte sin hacer ningún trabajo y obligarte a estar de manera presencial en tu despacho.

Hace años estuve en un encuentro con Lydia Cacho, periodista y feminista mexicana, defensora de los derechos humanos. Lydia denunció el sistema de redes entre empresarios, políticos, militares, policías y líderes religiosos en su país, que esclavizaban a niñas y mujeres. Esta periodista ha dedicado gran parte de su vida a investigar las organizaciones dedicadas a la trata de personas y denunciar la transgresión de derechos fundamentales. Cacho fue secuestrada y torturada por la policía de Puebla. Finalmente se tuvo que exiliar y hoy reside en España.

Este mismo mes de octubre, la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), principal gremio del país, anunció el cierre de sus operaciones y su exilio forzado ante el creciente hostigamiento a la prensa bajo el Gobierno de Bukele. El hecho ocurre tras el exilio de otros 43 periodistas este año. A dos de estos periodistas los conozco personalmente y sé de su trabajo en favor de los más excluidos, de la justicia y la paz en su país; país y familia que han tenido que abandonar para refugiarse en México y Guatemala.

En su último informe correspondiente a 2024, la Federación Internacional de Periodistas (FIP), documenta la muerte de 122 profesionales de los medios de comunicación en todo el mundo, incluidas 14 mujeres. “Este año es uno de los más mortíferos para los periodistas, y Palestina es, con diferencia, el país más peligroso por segundo año consecutivo”. 

Esto era lo que se señalaba en el año 2024, pero según fuentes de TVE, han sido más de 240 los periodistas asesinados en los dos años de guerra en Gaza. “En Gaza han muerto más periodistas, en dos años de conflicto, que  en las Guerras Mundiales de Vietnam, Corea, Afganistán y los Balcanes juntas”.

Sudán y Pakistán siguen a Israel en la lista de comunicadores asesinados, una larga lista a la que se une México, Siria, Birmania y Haití.

Reporteros Sin Fronteras denuncia que «cubrir la guerra en Ucrania implica arriesgar la vida: muertos, heridos, secuestrados, detenidos o desaparecidos… Desde el 24 de febrero de 2022, se han documentado casi 150 casos de periodistas víctimas de la violencia rusa, 13 de ellos asesinados».

Las cifras de los asesinatos son escandalosas, pero son el último eslabón de una larga lista de presiones, chantajes y amenazas que reciben quienes se atreven a vivir su profesión con coherencia y en favor de la verdad.

En nuestro país, en esta España democrática, muchos periodistas están siendo extorsionados por su posición ante determinados temas. El pasado mes de agosto, Ramón Cuesta, colaborador de Diario Red, fue brutalmente agredido por individuos de extrema derecha cuando regresaba a su domicilio en Madrid.

No quiero acabar sin el reconocimiento a tantas y tantos periodistas que en los medios públicos se atreven a mantener una opinión crítica, sabiendo que en un futuro pueden estar condenados, como mínimo, al ostracismo y a algunos años de ”pasillos”

Por todo esto, mi admiración, respeto y apoyo a tantas personas que se juegan tanto en defensa de la verdad. Y mi invitación a apoyarlas para que nunca se silencie el periodismo.

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