Un salmo

Magdalena Bennásar Oliver

Estos días he acudido a los salmos para orar. Nadie como ellos es capaz de interpretar los sentimientos más variados y  hondos. En la época en que se escribieron no se hablaba de inteligencia emocional,  sin embargo son una herramienta valiosísima para ayudarnos a gestionar nuestros sentimientos, especialmente cuando no sabemos cómo expresar el dolor por la injusticia que hoy vemos en todos los estratos de la sociedad.

Dedico este salmo a los que nos sentimos acorralados o silenciados o desahuciados, calumniados, perseguidos, indignados, explotados…También a los familiares de los suicidados y de todos aquellos y aquellas que sufren cualquier tipo de vulnerabilidad que, en lenguaje bíblico, serían los “anawim”: los vulnerables por falta de recursos.

Te invito a leer este salmo con el corazón, despacio, parando cuando algo se mueva en tí, haciéndolo tuyo y, si puedes, dirigiéndote a Dios, a quien todos y todas tenemos derecho; aún más si tienes la suerte de ser una anawim: tienes su predilección,  eres “la niña de sus ojos”.

Salmo 17 (16): ORACION PIDIENDO JUSTICIA

Señor, escucha mi causa justa,

atiende a mi clamor.

 

Tú has penetrado mis pensamientos, 

de noche has venido a vigilarme,

me has sometido a pruebas de fuego

y no has encontrado maldad en mí.

 

Oh Dios, a ti elevo mi voz,

porque tú me contestas;

préstame atención, escucha mis palabras.

 

Cuídame como a la niña de tus ojos;

protégeme bajo la sombra de tus alas

de los que me atacan y rodean.

son engreídos, hablan con altanería;

han seguido de cerca mis pasos

esperando el momento de echarme

por tierra.

 

Parecen leones, feroces leones

que, agazapados en su escondite,

esperan ansiosos a dar el zarpazo.

 

Levántate, Señor, ¡enfréntate con ellos!

¡Hazles doblar las rodillas!

Pero yo, en verdad, quedaré satisfecha

con mirarte cara a cara,

¡con verme ante ti cuando despierte!

 

(Texto tomado de la Biblia Ecuménica)

 

A mí lo que me llega es que esta persona confía en Dios. Confía tanto que le habla, le cuenta, se desahoga, le pide, hasta le da órdenes y al final se le rinde deseando su presencia. Una sencilla manera de enseñarnos a confiar en tiempos difíciles.

Magdalena Bennásar Oliver

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