Asunción Poudereux. Atrio
Siendo desconocedora de todo un entramado de cargos e influencias, el mundo eclesiástico, aun así, no puedo ni quiero dejar de decir lo que siento y creo ver. Ignoro también hasta dónde pueda llegar alcanzar mi voz, porque soy mujer, pero agradezco enormemente que esto se haga público en Atrio.
Puedo ser tachada de tremendista, lo sé, con tal de no detenerse a mirar de frente y sin complejos a lo que apunto. Los hechos y la historia cuentan. Y ahí me quedo. No construye abrir heridas, si es para que se queden, sino aprender a curarlas y si es posible a evitarlas ya, al menos, en las generaciones siguientes. Vale la pena pararse y con confianza trabajar en ello.
Siempre se nos ha inculcado a los laicos lo que hemos de creer, hacer y purificar. Jamás se nos ha tenido en cuenta, más que en las homilías y discursos en momentos puntuales para recordarnos que todos somos Iglesia. Por lo demás, las puertas se cierran en la práctica a lo que se ha dictado que no es de nuestra incumbencia. ¿? Sin embargo no lo veo así.
La curia, la alta jerarquía y todos los demás cargos del mundo clerical, a mi parecer, llevan directa e indirectamente el timón del barco que amenaza hundirse. Si la tripulación del barco no es capaz de darse cuenta que es a ellos a quienes toca aclarar y aclararse para evitar su hundimiento, el barco podrá alargar su naufragio y hasta dar apariencia de hacerse con el timón, si es que no se da la alarma antes de sálvese el que pueda, desnudo y sin equipaje, pero libre.
Quiero decir que muy poco, apenas nada, podemos hacer desde el otro lado de la orilla tan lejana y las más de las veces ignorada, es decir, desde el terreno de los laicos. Lo que se hunde no lo hemos hecho nosotros, por más que se diga lo contrario. Los que están dentro y más o menos próximos al puesto de mando local, regional, nacional e internacional de la Iglesia Institución son los que tienen que actuar y deben moverse. Pero ya. Sin ningún temor de perder “méritos”, e incluso de ser tirados por la borda, si continúa primándose más el barco con sus bienes e influencias que las personas honestas integrantes.
Se ha de acabar con este acomodamiento patriarcal, que se viene mostrando incapaz de hacer frente a las dificultades y crisis por sí solos, las que ellos mismos causan y derivan. Así como ha de hacerse con las personales, que surgen y urgen, las que a todas las personas les son propias y peculiares, para trascenderlas y seguir creciendo con y junto con ellas, es lo que de modo natural se espera hagan con todas ellas. Sin embargo, lastimosamente, venimos observando, una y otra vez, que tratan de desviarlas acudiendo fuera, sirviéndose de medios y manifestaciones favorecedores de imagen y, sin dudarlo, ayudándose de los “desplazados” laicos. Y aquí remarco, muy especialmente, que su gran soporte mediático venga de las mujeres, siendo más numerosas, receptivas y hasta diría sumisas a este tipo de llamadas y “urgencias”. No más incongruencias.
Así que sean valientes y tengan confianza. Los miedos, cómanselos. Respétense y dialoguen. Sean honestos. Desde dentro hagan ruido y silencio, escucha, uno con otro, en grupo y por separado. Únanse, pues. Acepten lo que solo a ustedes concierne, y hagan frente a sus crisis y cuestionados privilegios, y, por fin, des-amarren su férreo hermetismo. Tengan confianza. Olvídense del poder.
Sean honestos, humildes y se arremanguen, soltando amarras. Suden en su esfuerzo, llénense de callos, si hace falta, pierdan todo el peso excedente, cargas innecesarias, para hacer, por ustedes mismos, lo que les incumbe más que a nadie en este mundo, el suyo. El que se han venido construyendo para sí y que apenas es reconocible a lo que anhelaba y por lo que murió Jesús.
Que no haya nada ni nadie que impida, ni les impida, llevar a cabo su anhelo de justicia y transparencia, respeto, libertad y verdad, si es que algo de ello queda en sus vidas, en sus entrañas compasivas: El de posibilitar abrir el camino haciendo realidad el Proyecto de Vida del Galileo, el Jesús de Nazaret, que acoge y es de toda la Humanidad, al que llaman también Jesús, el Cristo. Ahí seguro que nos encontramos (sin perdernos en el espacio-tiempo en diatribas inútiles), en la amplia senda del Amor sin barreras.
Y todo lo demás, aunque no lo crean (se lo dice una minúscula laica), se les dará por añadidura. Y se alegrarán junto con toda la Humanidad por ello.
¿A qué están esperando?