Fatiga eclesiástica

Charo Marmol. alandar.org

Domingo 21 de marzo. Me dispongo a seguir la Eucaristía por la 2 de TVE. Lo hago en algunas ocasiones desde que empezó la pandemia. Estoy en mi mecedora violeta.

Empieza la Eucaristía. Hacia el altar desfilan en procesión sacerdotes, diáconos y el obispo de Córdoba Monseñor Demetrio Fernández. (¿recuerdan? Uno de los primeros en ponerse la vacuna del coronavirus, 71 años, pero no quiero desviarme del tema principal). Por supuesto ninguna mujer les acompaña. No me extraña, esto es lo habitual. 

La celebración se retransmite desde el Seminario Mayor de San Pelagio, en Córdoba. Los primeros planos son del altar y el presbiterio, todo ocupado por varones, como ya nos tienen acostumbradas, pero cuando la cámara amplía el ángulo y hace un recorrido por toda la iglesia, no puedo creer lo que veo: toda la iglesia, toda, está ocupada por varones: seminaristas, estudiantes de teología, supongo que algún diácono… Todos vestidos de blanco y ninguna mujer, ninguna. Ni tan siquiera esta vez nos han dejado encender las velas o limpiar el altar.

Mi mecedora violeta ha pasado del violeta suave al morado y del morado al rojo casi de ira. Toda la liturgia ha estado llevada por ellos, los varones, insisto: sin ningún espacio para las mujeres. Eso sí, el altar está presidido por un cuadro de la Inmaculada Concepción, del siglo XVII, y al final de la eucaristía el canto ha ido dirigido a la virgen, por supuesto en latín, no vaya ser que el pueblo llano se entere de aquello que están diciendo. Y lo cierto es que no puedo más: creo que mi fatiga eclesial ha llegado al límite.

Seguro que algún biempensante me dirá que esta celebración era desde el seminario y que quiénes están allí son varones. Y esto es lo que no entiendo, y lo que creo que es un gran error. Éstos hombres están recibiendo una formación y una educación al margen de quienes formamos el 50% de la población mundial, y me pregunto: ¿cómo se van a relacionar luego con aquellas mujeres que se van a acercar a la parroquia (todavía las hay) y les van a contar los problemas que tienen por ser mujeres, por el simple hecho de ser mujeres? ¿Cómo van a entender a las mujeres que no somos la Virgen María, que somos de carne y hueso, que creemos en Jesús de Nazaret y en su evangelio de iguales? ¿Cómo se van a relacionar?… ¿cómo se relacionan ya? Mal, desde la superioridad, desde quien posee la verdad… desde el mundo de los elegidos…

Estos días he podido participar, aunque en diferido, del encuentro  “Con voz y voto. Mujeres-Iglesia a nivel Internacional”. Mujeres de distintos continentes y de muchos países, creyentes, feministas, luchadoras…. Cansadas, muy cansadas, agotadas de esta lucha constante por tener un reconocimiento dentro de la Iglesia, por intentar que se nos trate como iguales…. Por tener voz y voto, por estar en los espacios de decisión… Y en este caminar nos sentimos, al menos yo, como dando dos pasos adelante y uno atrás, ¿o no? Porque esto sería avanzar y avanzar, lo que se dice avanzar, no avanzamos nada.

Y el bienpensante añade: pero Francisco está haciendo cambios, ha nombrado algunas mujeres. Y yo vuelvo a pensar: migajas, son migajas… una manera de hacernos callar

Y ahora vendrá el mismo biempensante de antes y me hablará del motu proprio «Spiritus Domini»donde se modifica el Can.230 del Código de Derecho Canónigo «acerca del acceso de las personas de sexo femenino al ministerio instituido del lectorado y del acolitado”.  Y me parece una tomadura de pelo. Un hacernos creer que avanzamos para mantenernos donde estamos. 

Y el bienpensante añade: pero Francisco está haciendo cambios, ha nombrado algunas mujeres. Y yo vuelvo a pensar: migajas, son migajas… una manera de hacernos callar.

Lo mismo que lo relacionado con las parejas LGTBI. En Octubre del 2020 hubo un gran clamor ante las declaraciones del Papa «La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello». Ojo que está hablando de las uniones civiles, ¡faltaría más! Porque está claro lo que la Iglesia, la institución piensa sobre esto “La Iglesia no bendice uniones homosexuales porque no puede”. Igual que tampoco puede ordenar mujeres… Dios Santo, ¡qué cansinos!

¿Y si eres mujer, creyente y lesbiana, cómo vives esto? Con mucha fatiga eclesial, cansancio, agotamiento… Ojalá pase pronto este Viernes Santo y nos encontremos en la Pascua de Resurrección.

Creo que nosotras no lo veremos y mis hijos seguro que no, a lo mejor sí algunos de los hijos de quienes estaban en la Eucaristía del Seminario de San Pelagio. Perdonen que me irrite.

Charo Mármo lEn 1953 en Cuba un grupo armado revolucionario liderado por Fidel Castro ataca el cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Fue un intento fallido para derrocar al dictador. Ese mismo año en la URSS muere Stalin y, en Inglaterra, Isabel II es coronada Reina.
Además nací yo. Fue en Murcia, pero enseguida me acogió la capital del Reino, Madrid. Ya madurita empecé a viajar por los países del Sur y desde entonces me considero ciudadana del mundo. Un mundo en el que me gustaría que reinase la paz, la justicia y la igualdad. Y a esto he dedicado la mayor parte de mi vida: a trabajar por el Reino de Jesús aquí y ahora.

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