Explicación de la liturgia de Viernes Santo

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Prendimiento-Juicio

Del diálogo al silencio

En la medida en que se hace imposible un diálogo entre el poder civil y religioso con Jesús, Él va entrando en un silencio significativo. Es imposible un entendimiento cuando las posturas son tan diametralmente opuestas. Es una auténtica contradicción que el poder religioso se quiera deshacer de Él, viendo lo que hace y vive, por un planteamiento legalista de no querer aceptar que se presente como hijo de Dios y por el contrario, el poder político dominante no vea ningún delito y por tanto no le quiera condenar.

Podemos ver tantos paralelos, tantas situaciones hoy en las que  condenamos al inocente, en las que liberamos al que ha infringido la ley y dejamos  al pobre, al oprimido, desamparado, sólo, a su suerte…

La cruz no es un sufrimiento que hay que aceptar porque Dios nos lo envía… reminiscencia de una imagen de Dios Todopoderoso que está detrás de todo lo que nos sucede, sino una consecuencia de la entrega total de Jesús: su vida, su cuerpo, su sangre, todo su ser. No olvidemos que no es una muerte en sí sino una ejecución.

Quien está con Jesús en la cruz

Estos últimos años está siendo especialmente dificiles para muchas personas que ya antes de la pandemia vivían situaciones extremas de pobreza económica, de indigencia, de exclusión social, de amenaza de embargo, de desplazamiento por la guerra en sus países…

A esto sumamos la muerte por falta de trabajo, de alimento, de violencia de género, trata de personas…duelo por pérdida de seres queridos sin poderles despedir y tantas otras circunstancias que desconocemos.

Todo esto lo llevamos a esa Liturgia de la Pasión del Señor, el único día del año junto con el sábado Santo que no se celebra la Eucaristía; y  comenzamos en un  silencio profundo. Ese silencio que se produce cuando el dolor es tan fuerte que es mucho mejor que las palabras, ese silencio que respeta el dolor, la ausencia y que sin embargo nos llama a estar presentes, unidos, en un mismo sentir ante el misterio de la vida y de la muerte.

Precisamente esta liturgia tiene pocos símbolos, y los que hay son muy significativos. El celebrante se postra frente al altar, con el rostro en tierra y por un momento toma esa postura de Jesús que se agacha y se pone a los pies de los discípulos…todos permanecemos ahí unos instantes.

Después de la escucha del relato de la Pasión nos unimos en una oración universal. Cobra sentido esa oración que realizamos todos juntos porque es algo sentido: pedimos…y vamos poniendo rostros concretos a personas en esas circunstancias…por los atribulados…cuando lo expresamos parece que descargamos ese peso de la impotencia ante tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto sinsentido.

La adoración de la cruz

Nos acercamos al Árbol de la Cruz, ¡qué gran contradicción! La posibilidad de vida e instrumento de tortura y muerte a la vez…

Uno por uno y en comunidad vamos pasando por ese símbolo que mueve y nos remueve…Jesús no está, pero es capaz de desatar en nostrxs sentimientos de todo tipo como cuando nos acercamos al cuerpo inerte de un ser querido.

La cruz permanece a través de los siglos como símbolo del seguimiento de Jesús, de las dificultades del camino, de la necesidad de tomar postura, de definirnos, de caer en tierra y morir como el grano de trigo para poder dar fruto. Y sin embargo es también posibilidad de vida…

Este tiempo de oración está más cargado de gestos que de palabras. Nos quedamos a solas con el cuerpo de Cristo en la cruz y aunque nos unimos a millones de cristianos que hacemos el mismo gesto de adoración de la cruz, éste es un momento de encuentro personal con esa ausencia, con el dolor, con el sufrimiento que nos rodea por todas partes.

La comunión

Comulgamos del pan y del vino que fueron consagrados ayer. Así sucedió en la realidad: El jueves estaba con ellos y hoy, viernes, ya no está; no con la presencia con la que había estado hasta aquel momento.

A partir de este momento vemos a Jesús con los ojos de la fe. Le sentimos presente de otra manera, en la comunidad, en la fracción del pan. Nos ha dejado su mayor tesoro: una presencia que traspasa el tiempo y el espacio pero sentimos su ausencia.

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