Charo Marmol. Mecedora Violeta. alandar.org
Llevo algunos días dando vueltas a qué escribir en esta Mecedora y me vienen muchos temas porque son muchas las cosas que están pasando, que nos están pasando, y muchas las que no salen en los medios y se nos están ocultando: los asesinatos de Melilla, la dificultad en el acceso a la sanidad, los “otros” refugiados, las mujeres afganas, la violencia, siempre la violencia contra las mujeres…, pero hay un tema que me viene reiterativamente a la mente, también al corazón, y ya no me voy a resistir más. Os cuento.
Hace años, muchos años, como casi todo ya en mi vida, estuve en Costa Rica. Me encantó el país que visité de arriba abajo y de izquierda a derecha. Disfruté de una naturaleza espléndida y de gente acogedora. Me encantaron sus paisajes, sus volcanes; volé entre los árboles en tirolina, una experiencia que recomiendo a quien pueda hacerla… Con todo esto, lo que más me impresionó fue saber que no tenía ejércitos. En las casas de recuerdos para turistas tenían camisetas donde ponían (siento no haberlas encontrado ahora) “Estos son nuestros ejércitos”: el del aire estaba compuesto por pájaros, el de mar por peces y el de tierra tenía todos los animales que andaban por sus bosques. Me encantó. Por aquel entonces me entretuve en ver en qué se invertía el dinero que no se gastaba en armas y defensa, ¿Y saben qué? Lo invertían, espero que lo sigan haciendo, en educación y sanidad. Empecé a sacar los índices de alfabetización y de salud de este país centroamericano y los comparé con los de sus países vecinos. Mi sorpresa fue que las cifras obtenidas eran más parecidas a las de los países nórdicos que a las de Guatemala, El Salvador, Panamá… Siento no poder adjuntar esa tabla que he buscado por mil lugares y no he encontrado, pero aún hoy y, según los últimos datos publicados por la UNESCO, Costa Rica tiene una tasa de alfabetización del 97,86% y la mayor esperanza de vida de Centroamérica.
Este espacio no da para aportar más datos ni cifras, no es el lugar. El viaje a mi periplo pasado me lleva a la sinrazón del presente que estamos viviendo, en el que nuestro país se está planteando duplicar el presupuesto que ya invierte en defensa y armamento. ¿En detrimento de qué? En detrimento, que ya estamos sufriendo, de todo lo público: la sanidad, la maltrecha sanidad, la educación, las residencias de nuestros mayores, las ayudas a guarderías para que las mujeres más vulnerables puedan sentirse seguras en el trabajo mientras sus hijos están bien cuidados…
No podemos consentirlo. No podemos armar la paz. Ese no es el camino. Una paz conseguida a fuerza de las armas es un mundo de vencedores y vencidos, son dos mundos enfrentados…. No podemos armar la paz.
Durante mucho tiempo en mi lugar de trabajo tuve un cuadrito con una inscripción que decía “No cansarme nunca de estar empezando siempre”. Y ahora creo que lo voy a tener que retomar y ponerlo en letras más grandes, porque tengo que volver a decir que ni un euro de mi dinero para la guerra. Les animo a que hagan objeción fiscal. Ni un euro de mi dinero para la guerra. Se puede vivir sin ejércitos, sin armas… hay otra manera de estar en el mundo, de vivir, de hacer política… Reniego profundamente de este encuentro que se ha realizado en Madrid, una clase política al margen del pueblo, de espaldas al pueblo… tomando decisiones por y para el pueblo. Quiero dirigentes como Pepe Mujica que no huyan de su gente, que vivan como su gente… No quiero políticos como los que aquí se reunieron.
No cansarme nunca de estar empezando siempre. Seguir creyendo con Isaías (Is 2,2) que de las espadas se forjarán arados, de las lanzas podaderas, que los oprimidos son liberados … No cansarme nunca de decir NO A LA GUERRA, no a las armas.
En 1953 en Cuba un grupo armado revolucionario liderado por Fidel Castro ataca el cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Fue un intento fallido para derrocar al dictador. Ese mismo año en la URSS muere Stalin y, en Inglaterra, Isabel II es coronada Reina.
Además nací yo. Fue en Murcia, pero enseguida me acogió la capital del Reino, Madrid. Ya madurita empecé a viajar por los países del Sur y desde entonces me considero ciudadana del mundo. Un mundo en el que me gustaría que reinase la paz, la justicia y la igualdad. Y a esto he dedicado la mayor parte de mi vida: a trabajar por el Reino de Jesús aquí y ahora.