Diversas son las mujeres y múltiples las violencias

Redacción de alandar

El mes de noviembre nos despide cada año con la celebración-lucha-contemplación del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres.

Más allá de la denominación oficial apostamos por el plural porque diversas son las mujeres y múltiples las violencias que sobre ellas se ejercen. La utilización del singular puede diluir, en ocasiones, el concepto, evitando entrar en análisis que, en el tema de las violencias, cuales quiera que sean, son imprescindibles.

La utilización del singular al hablar de “la mujer” ya nos ha dado suficientes disgustos, especialmente en el entorno eclesial, en el que ese término nos hace temer que, a continuación, va a venir la alabanza sublimadora, estrategia muchas veces consciente o inconsciente para quienes la utilizan pero que aleja de cualquier planteamiento referido al reconocimiento de la igualdad: es la sublimación del pedestal para tenernos quietas, sumisas, calladas…  y encantadas.  Tantas veces seguimos escuchando “cómo podemos decir que la Iglesia no valora a las mujeres si tiene a la Virgen María como la Primera… “para, a continuación, recordar las características excelsas con las que hemos sido adornadas y las tareas, también excelsas, que de nosotras se esperan.

El Día Internacional para la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres surge en recuerdo de las hermanas Mirabal, de República Dominicana, que se opusieron a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Desde su recuerdo mantenemos vivo el de todas las mujeres que viven sometidas a cualquier tipo de violencia, no sólo el de las que ya no están sino el de las que estando, no son… porque sus vidas están atravesadas por el maltrato y la invisibilidad.

Tanto en el ámbito civil como en el entorno eclesial vamos encontrando y poniendo nombre a nuevos tipos de violencia; de violencia política hablamos estos días ante el acoso a la vida personal de una ministra del Gobierno de España para desprestigiar su gestión y cuestionar la democracia.

Las violencias contra las mujeres como arma de guerra, que nos llegan de nuevo desde Ukrania, como en su tiempo nos llegaron de los Balcanes y nos siguen llegando de otro tipo de guerras como la de la República del Congo, actualmente, por sus recursos mineros, las violencias ejercidas contra las mujeres en Irán, en Afganistán…

Estas violencias que atraviesan nuestro planeta lo son por un pensamiento inicial que orada el cerebro y el espíritu de los que las ejercen: la otra mitad de la población, esas mujeres con las que comparten vidas, trabajos, relaciones…no son sujetos de los mismos derechos.

Las razones serán diferentes en la sociedad y en las Iglesias pero el inicio es el mismo: es lo que llamamos patriarcado, ejercido no sólo por hombres sino también por mujeres que lo sostienen y defienden. En la Iglesia el patriarcado se expresa de múltiples formas, englobadas en el no reconocimiento de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres no permitiendo que lleguen a toda la comunidad eclesial, para su enriquecimiento, las reflexiones, los pensamientos, las voces y decisiones de las mujeres y en el clericalismo ejercido por tantos presbíteros y obispos y sostenido por tantas y tantos laicos.

Sobre violencia de poder y de conciencia vamos aprendiendo en los últimos años en la Iglesia cuando descubrimos que los abusos sexuales a mujeres adultas y a religiosas suelen ser la culminación de abusos previos, como los abusos de poder y de conciencia.

Vivas nos queremos, vivas y con vidas dignas de ser vividas. 

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