Doble vergüenza

 Redacción de alandar

El pasado 27 de octubre, el Defensor del Pueblo Ángel Gabilondo entregó a la Presidenta del Congreso de los Diputados su Informe sobre los abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica y el papel de los poderes públicosUna respuesta necesaria, un texto de 777 páginas que resume año y medio de trabajos de su oficina y de la comisión de expertos que reunió para examinar este espinoso asunto.

Las conclusiones del documento son demoledoras y trazan un vergonzante retrato de una Iglesia que ha mirado hacia otro lado ante los hechos y el dolor de las víctimas incluso cuando éstas, con gran sacrificio y enorme coraje, se atrevieron a empezar a denunciar el horror sufrido.

Igual de vergonzante, o más, ha sido la reacción de los obispos españoles ante el informe, que, una vez más, han dejado pasar una oportunidad de asumir su responsabilidad en esta tragedia y, en su lugar, han dado una vuelta más de tuerca a la rueda de la revictimización de las víctimas. Habría mucho que escribir sobre el tema, pero centrémonos en algunos puntos esenciales.

Las dimensiones del problema. El informe incluye una encuesta elaborada por la empresa GAD3 sobre una muestra de 8.000 personas, según la cual un 1,13% de la población española habría sufrido abusos en el ámbito eclesiástico. El Defensor del Pueblo ha eludido calcular la cifra de víctimas a la que equivaldría a dicho porcentaje. El diario El País, pieza clave en la visibilidad que, tras años de silencio, ha alcanzado este tema en la sociedad española, hizo la cuenta: 440.000.

La cifra ha sido muy cuestionada. El cardenal Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, la calificó directamente de “mentira” en las redes sociales y, en la lamentable conferencia de prensa que él y el secretario del órgano colegiado de los obispos españoles dieron el 31 de octubre, dijo que “si fueran ciertas, todos estaríamos metidos en la dinámica de los abusos”.

Esta actitud contrasta con la de otras conferencias episcopales, que no esperaron a que los organismos del estado investigasen los abusos y que, cuando cifras tan escandalosas como las 330.000 víctimas de abusos sexuales en Francia se revelaron, pidieron humildemente perdón. Se ve que los obispos españoles están hechos de otra pasta, evidentemente no mejor. Y, querido monseñor Omella: tristemente, todos ustedes -y todos nosotros y nosotras, como creyentes y como ciudadanos- estamos metidos en la dinámica de los abusos. Por comisión o por omisión.

La compensación a las víctimas. El informe del Defensor del Pueblo propone crear un mecanismo estatal que permitan reconocer a las víctimas como tales y repararlas tanto con apoyo psicosocial como con indemnizaciones financieras. En la lamentable rueda de prensa episcopal los obispos dijeron que la Iglesia no participaría en ningún mecanismo de ese tipo salvo que abarcase a todas las víctimas de pederastia, dentro y fuera de la Iglesia. Es una dejación de responsabilidades flagrante que, desde luego, está muy lejos del mensaje evangélico que la jerarquía eclesiástica pretende encarnar y defender. Más cerca de la actitud de los fariseos -esos “sepulcros blanqueados” como los llamó Jesús- que del buen samaritano.

La ocultación de datos. Jesús dijo “la verdad os hará libres” (Jn, 8:32). En el caso de los abusos, la jerarquía eclesiástica ha hecho caso omiso de estas palabras, asustada ante el escándalo que la verdad podría causar. Ni siquiera cuando el escándalo ya estaba en boca de todos, ha sido capaz de rectificar y hacer caso a las palabras del que debería ser su Señor. El informe detalla las innumerables dificultades que la Oficina del Defensor del Pueblo ha tenido para acceder a los datos de las diócesis. En la rueda de prensa de presentación del texto y en entrevistas posteriores, Gabilondo confesaba que ha habido incluso algún obispo que le ha “reñido” por ocuparse de asuntos que no eran de su incumbencia.

La jerarquía de la Iglesia española pide perdón por el dolor causado por los abusos, faltaría más. Pero lo hace con la boca pequeña y esperando una absolución sin penitencia. Porque, como dice la periodista Najat el Hachmi“¿Cómo es eso de esperar la absolución sin siquiera haber confesado los pecados?”

Los obispos españoles no dejan de acumular vergüenza tras vergüenza en este asunto. Un asunto muy serio y doloroso porque, como ha recordado Gabilondo, “hay gente que se ha suicidado por estas cosas y otra que no ha recompuesto su vida jamás”.

El papa Francisco ha convocado a todos los obispos españoles en Roma a finales de este mes. Oficialmente, para hablar de la situación de los seminarios en España. Pero a nadie se les escapa que la llamada se produce justo en los días en que el informe del Defensor del Pueblo ha salido a la luz. En 2018, Francisco convocó a todos los obispos chilenos a causa del mismo tema y todos acabaron poniendo su cargo a disposición de la Santa Sede.

En Alandar no nos parecería mal que sucediera lo mismo con los prelados españoles. Desde luego, en el tema de los abusos -con pocas, aunque honrosas excepciones- están lejos de ser buenos pastores que dan su vida por las ovejas.

Un comentario

  1. Se evidencia una vez más que ellos jamás aceptarán sus abusos, por eso la gente se aleja de ellos no de Jesús de ellos, jamás de Jesús de Nazareth

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