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Comenzamos esta oración con Jesús y esa petición suya: quedaros conmigo y orad, no durmáis…no os dejéis vencer por el cansancio, el miedo.
No me dejéis solo en este momento de profunda soledad.
Nos unimos esta noche a tanta gente sola en sus casas, en los hospitales con miedo a morir en la más tremenda soledad, sin familiares ni amigos que les puedan tocar…
Queremos permanecer despiertos y que no nos pueda el sopor de la mediocridad, buscando nuestra propia comodidad y la de los nuestros solamente.
Recitamos el salmo despacio, deteniéndonos si hay una palabra que nos toca de manera especial. Es la oración de Jesús. Nos unimos a él en esa confianza y abandono.
Salmo 17
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.