Mujer emigrante empleada de hogar

Honorio Cadarso. ATRIO

Para desempalagar de teismo / panenteismo para encontrar al Dios real en personas humanas explotadas. AD.

 Se manejan a nivel mundial cifras de 132 millones de hombres empleados en trabajos del hogar, frente a 241 millones de mujeres. Solemos decir “empleadas” porque no nos atrevemos a expresar el calificativo “contratadas” que se usa para referirse a contratos laborales en regla.

 Porque la mayoría de estos hombres y mujeres, mejor dicho de mujeres, trabajan en una economía “sumergida” o en un trabajo “negro”.

 Efectivamente, el hecho de haberlas considerado a lo largo de la historia como parte de la familia para la cual trabajan permite a sus empleadores y a la opinión pública retirarles el tratamiento de contratadas y situarlas en una forma de acuerdo tan sui generis que quizá tiene más parecido con la esclavitud que con un contrato como el que se ha impuesto gracias a la evolución de las relaciones laborales impulsada por las luchas obreras y por la revolución industrial.

 “El Gobierno prevé que el comienzo de aplicación de las normas de la ONU y de OIT se puede retrasar hasta tres años después del empadronamiento de los recién llegados.  Pero aún así la puesta en marcha de las normas de ONU y OIT aparece, tras este plazo de tres años en vacío, como francamente preocupante.

 Por otra parte, el  reconocimiento de los títulos académicos obtenidos por las mujeres emigrantes supone una serie de requisitos infinitamente complicados que desaniman a estas mujeres, muchas de las cuales aspiran a trabajar en puestos para los que están muy bien preparadas.

 Se calcula que de los 11 millones de trabajadoras emigrantes trabajando entre nosotros, 11,5 millones trabajan en los hogares, sea como internas o como externas.

 Felizmente, en 2011, la intervención de la ONU y de la OIT lanzó el reto revolucionario de reclamar para todas esas mujeres y hombres el reconocimiento de todos los derechos que disfrutan los obreros de los países occidentales: Seguridad Social, horario de 40 horas semanales, vacaciones pagadas, b ajas por enfermedad y otras razones.

 Pero infelizmente, solo 29 paises han suscrito esas normas de la ONU y la OIT, y entre ellos se cuenta Portugal, pero no España, de cuyos gobiernos, el de Pedro Sánchez por los impulsos del grupo de Podemos ha dado, “de momento” buenas palabras y poco más. La presidenta de la Comunidad autónoma de Madrid tuvo tiempo de reconocer a una asociación un local y una subvención  para sus actividades, pero el gobierno actual del PP de Madrid les ha retirado las subvenciones y les ha dejado solamente el local…

 Importa señalar, como telón de fondo de este fenómeno, que con la entrada de la mujer en  el trabajo fuera de casa, los hogares españoles tuvieron que recurrir a mujeres de fuera del hogar para cubrir el vacío creado, y las criadas y criados de las casas aristocráticas o nobiliarias  se multiplicaron por cientos y miles mediante las mujeres, primero de origen nacional, y posteriormente venidas del extranjero, especialmente de los países hispanohablantes y posteriormente del oeste europeo.

 En cuanto a los salarios percibidos por estas nuevas “obreras”, se apuntan 300 euros mensuales para un 15% de ellas, de entre 300 y 600 para un  31%, de 950 para un 5,5%, de hasta 1200 para un 10%, y más arriba para un 2,7%.

 Curioso, muy curioso, queda claro que la fijación de los salarios no tiene ninguna relación con ninguna legislación, sino con la capacidad de negociación de las partes interesadas.

 Y las cosas son peores cuando se trata de asegurar a las mujeres el puesto de trabajo, que en ningún caso será fijo, sino quedará a merced del empleador. Y conllevará una sumisión absoluta de la mujer empleada a los deseos, órdenes y caprichos de los empleadores y de los miembros de la familia. Que si se trata de asistir las 24 horas a un anciano  pueden ser caprichos demasiado “caprichosos”, valga la redundancia…Que uno ha sido testigo de historias un poco turbias en este terreno.

Naturalmente, este “submundo” laboral ha despertado en todos los lugares gestos caritativos y humanitarios, desde entidades religiosas como Cáritas, hasta otras civiles como la Cruz Roja, y otras muchas.

 En el último 8 de marzo de este 2021, las organizaciones feministas dieron por primera vez la palabra a una trabajadora centroamericana que proclamó en el acto que cerró las celebraciones en Madrid las reivindicaciones y quejas de ese colectivo. La empleada de hogar salvadoreña, que preside la organización de mujeres Servicio Doméstico Activo, y ha hecho este comentario: “no queremos que hablen por nosotras, queremos que nos  dejen  espacio para hablar nosotras… Permitir que se nos deje ese espacio de reflexión  va a dar muy muy buen fruto para construir esas alianzas y estrategias del feminismo como herramientas que necesita la sociedad, y hacer de esta un lugar mejor”.

 Como cristianos, nos toca tomar nota de las reivindicaciones de este colectivo de hermanas para pelear por que se les reconozcan sus derechos como personas e hijas de Dios desde el gobierno del Estado hasta todas las escalas de los poderes cívicos.

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