Una Iglesia entre dos aguas

por Redacción de alandar. alandar.org

Mucho tiempo, la Iglesia católica vive una situación crónica de crisis. En países de tradición cristiana como España, es claro que la transmisión del espíritu religioso, que se realizaba de manera orgánica, ha sufrido un cortocircuito. Superada la etapa del cristianismo sociológico ¿cómo puede llegar el mensaje de esperanza cristiano a un mundo del que Dios parece haber desaparecido?

Esta crisis tiene lecturas enfrentadas dentro de la Iglesia Católica. Un sector opina que la decadencia viene de su asimilación: tolerante con todas las realidades sociales, la Iglesia no tiene nada que decir. Otro sector asegura que, refugiada en sus dogmas, la Iglesia se ha convertido en una institución anacrónica y sin palabra válida para el presente.

Los dos últimos papas, el recientemente fallecido Benedicto XVI y Francisco, pueden ser vistos como símbolos de estas dos lecturas.

Mientras que Benedicto procuró durante su pontificado volver a las raíces de un cristianismo basado en el dogma y la tradición, Francisco ha buscado volver a las raíces de un cristianismo basado en el Evangelio y la compasión. El primero intentó ir hacia adentro; el segundo intenta ir hacia afuera, hacia las periferias. Recuperar esa palabra y —sobre todo— ese testimonio que transforma a la Iglesia en Gaudium et spes —alegría y esperanza— para el mundo.

Las reformas emprendidas por Francisco, con mejor o peor suerte, han intentado ser de calado y el Sínodo de la Sinodalidad, cuyo proceso está previsto que concluya en 2024, sería la culminación de ese esfuerzo.

Sin embargo, las especulaciones sobre una posible renuncia de un Francisco muy atacado por los sectores más conservadores de la Iglesia —con varios intentos de utilizar la figura de Benedicto como ariete contra su sucesor incluidos— y bastante disminuido en sus capacidades físicas son un rumor cada vez más poderoso. El claro obstáculo que para ello representaba la supervivencia del papa emérito acaba de desaparecer y el ruido no ha hecho sino aumentar.

Así pues, parece que la Iglesia nada hoy entre dos aguas y que la decisión de Francisco de renunciar o no al papado —y el momento en que lo haga— así como la elección de su sucesor marcarán el futuro de la institución y decidirá si la Iglesia sigue peregrinando hacia las periferias y desprendiéndose de siglos de clericalismo y cercanía al poder mundano o sí, por el contrario, vuelve a replegarse a las trincheras del dogma y la tradición, perdiendo en esa involución la posibilidad de aportar algo de luz, alegría y esperanza a un mundo muy necesitado de ella.

En Alandar, aunque sabemos que la Iglesia no es una institución democrática, votamos por la primera posibilidad. Si nos apuran, rezamos por ella.

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