¿Esperar o esperanzar?

Pepa Torres. alandar.org

A las puertas del Primero de Mayo, activo mi memoria sin nostalgia y acude a mi cabeza un texto de Pablo Freire que, durante algunos años de mi vida, cuando acompañaba a jóvenes de la JOC (Juventud Obrera Cristiana), nos resultaba siempre inspirador y quedó grabado en mi conciencia:

Es preciso tener esperanza, pero esperanza del verbo esperanzar porque hay  gente que tiene esperanza del verbo esperar y la esperanza del verbo esperar no es esperanza, es espera. Esperanzar es levantarse. Esperanzar es construir. Esperanzar es llevar adelante. Esperanzar es  juntarse  con otros para hacer que la realidad cambie”.

Hoy acompaño, o mejor, soy compañera en algunos tramos de la vida de jóvenes migrantes. Mujeres y hombres valientes que cruzan fronteras arriesgando su vida en ello, agarrados a la esperanza de un sueño. Mujeres que huyen de la violencia o la pobreza, portadoras de saberes y resistencias ancestrales, “custodias de la vida” pese a todo pronóstico. Hombres que  demasiado pronto han tenido que buscarse la vida en la calle y que al pisar Madrid aprenden rápidamente que sobrevivir no es un delito, cargándose una manta a la espalda. Animadoras de discotecas, con sueños de estudiar medicina o derecho, que comparten minúsculas habitaciones con otras recién llegadas, para evitar  la dureza e intemperie de dormir en la calle. Mientras, las noticias los señalan y criminalizan, haciéndoles responsables de todos los males que afectan a la sociedad española, ignorando una verdad poderosa: los jóvenes migrantes no son un peligro, sino que están en peligro.

Ellos y ellas son también la nueva mano de obra explotada y precarizada en España. Seleccionados a golpe de vista, según la musculatura de sus cuerpos, desde un coche en marcha en la Plaza Elíptica para trabajar a destajo “sin papeles” en la construcción, o como trabajadoras internas sin derechos, a las que se les descuenta de su salario la habitación donde duermen.

Mujeres y hombres jóvenes expertos en esperar, pero sobre todo en esperanzar, en llevar adelante sus sueños y los de sus familias, sin olvidar quiénes son, aunque aquí se les confunda el nombre y su realidad singular, y su historia quede reducida a estereotipo… o a un número al  ingresar  en el CIE. 

Este Primero de Mayo el timón que en su vida es la esperanza, les llevará a salir a la calle, a visibilizar su realidad, a cantar consignas y proclamas en un Primero de Mayo Interseccional, convocado por las iniciativas de sindicalismo social que, paso a paso, van emergiendo en nuestras ciudades: manteros, trabajadoras de hogar, kelis, “riders”, desahucios, etc. Un nuevo rostro de trabajadores y trabajadoras que reclaman un cambio radical del sistema, para poner en el centro la vida y no el capital ni el mercado, así como para poner en marcha nuevas formas de sindicalismo social, desde abajo, antirracistas, feministas y anticapitalistas.

Porque no solo esperamos, sino que ESPERANZAMOS y reivindicamos, como convoca el lema de la movilización de este año: NUESTRO MUNDO (un mundo común) FRENTE A SU SISTEMA.


Pepa Torres

Teóloga y religiosa Apostólica del Sagrado Corazón de Jesús, vive en una comunidad intercongregacional en el madrileño barrio de Lavapiés. Allí apoya los movimientos sociales y la defensa de los derechos humanos, especialmente desde la Red Interlavapiés. Escribe en alandar la sección «Hay vida más allá de la crisis».

Deja un comentario