EL JUEGO DE LA ATENCIÓN

Sonia Goyeneche (Simone).espiritualidadpamplona-irunea.org

Durante un tiempo creí que la atención era un ejercicio de voluntad y que si estaba más tiempo en la mente y en el ego que en la atención o en la presencia era porque no me esforzaba lo suficiente o algo hacía mal. Sin ser consciente de que todo el rato permanecía más o menos pegada a la mente, para su satisfacción.

Pero un día comprendí que no había esfuerzo ni ejercicio ni nada que hacer. La atención es un juego y, aunque ya lo había oído, no lo había asimilado como mío. El día que descubrí cómo jugar, que podía jugar… mi niña interior se rio a carcajadas.  ¡Nunca la había escuchado reírse así! En realidad, nunca le había escuchado decir nada de nada. Y el sonido de su risa dibujó una sonrisa. Y a partir de ese momento, las cosas empezaron a cambiar y los cambios permanecen hoy.

Soy consciente de que mi cabeza suele estar llena de ruidos, ruidos producidos por monos o pensamientos, unos locos y otros neuróticos. Los primeros saltan de un lado a otro sin parar. Los segundos son capaces de colgarse por su cola de una rama sin dejar de dar vueltas, una tras otra, en lo que parece toda una eternidad.

Con mi niña aprendí que, si respiraba hondo y permanecía en el presente, era capaz de conectar con ese fondo que me hace sonreír de esa manera única. Y de pronto, en ese instante, puedo ver a los monos, puedo observarlos, puedo dejar de correr con ellos o detrás de ellos, puedo dejar de sentirme mareada y atrapada en un remolino sin fin.

Con mi niña he aprendido que permanecer presente en el presente no es solo un juego de palabras, es el fondo real de una experiencia; es cuestión de atender y, para ello, hay que jugar, solo jugar y estar dispuesta a aprender; y no aprender conocimientos, sino saborear vivencias

Y aprendí a disfrutar, cada instante, cada momento, cada ida y cada venida…

La mirada ha de jugar a ver más allá de lo evidente; que mirar algo y no ponerle nombre es jugar contra el reloj y raspar milésimas de segundo… cada intento un poco más.

Ella me ha enseñado lo divertido de buscar aquello de lo que no me doy cuenta. Hacerse una consciente de lo que se da cuenta no es tan difícil, pero pararse a observar lo que no te das cuenta parecía al principio misión imposible… Atender aquello que se me pasa desapercibido enseña a los sentidos otra forma de percibir; me habla de la necesidad de dejar espacio a lo imprevisto, a la sorpresa; y transforma este juego en una clave para estar despierta, para vivir aquí y ahora…

Pero no todo ha sido idílico. A ninguna nos gusta perder o, mejor dicho, creer que hemos perdido, aunque sepamos que es una falsa creencia.

Las sensaciones y las emociones nos siguen jugando malas pasadas. El dolor que se destila desde dentro a veces es insoportable, y nos frena hasta paralizarnos. Pero…

Pero siempre hay algo que vuelve a conectarme con ese fondo que, sin dibujar del todo la sonrisa en los labios, se vuelve caricia que termina de cambiar el luto en danza.

Las horas curiosas (12:12; 22:22), rozar el tronco del árbol con la yema de los dedos, pillarme observando un paisaje y verme a mí… Y siempre termino sonriendo y vuelvo al momento presente, sin pensamientos, en silencio y con calma.

Simone

Deja un comentario